Higiene femenina digna y asequible
Al igual que la mayoría de las mujeres rurales de la India, la esposa de Arunachalam Muruganantham no podía permitirse el lujo de comprar compresas sanitarias. El intento de su marido para hacerlas en casa se convirtió en una búsqueda que consumiría más de seis años de su vida, y que lo puso en conflicto con su cultura, su comunidad y su propia familia. La persistencia, el ingenio y el ensayo y error lograron el éxito al final.
Arunachalam Muruganantham, el hijo de una tejedora en una pequeña aldea en Tamil Nadu, un estado sureño de la India, es probablemente el primer hombre en usar una compresa o toalla higiénica femenina. Cuando descubrió que su esposa Shanti había estado usando trapos en lugar de compresas sanitarias durante su menstruación para poder ahorrar dinero para comprar leche, decidió comprarle una caja de compresas de regalo. Apenas podía sospechar que él se estaba embarcando en un complicada y ardua odisea. En el trayecto, llegaría a tener que vender todo lo que poseía, sería rechazado y abandonado por su esposa y su madre, y estaría amenazado de sufrir el exilio de su pueblo. Al final, sin embargo, llegaría a revolucionar el mercado de la toalla sanitaria en la India, y a hacer realidad una mejor higiene femenina para innumerables mujeres rurales e incluso a darle a algunas de ellas la oportunidad de tener independencia financiera.
Según una encuesta realizada por AC Nielsen y ONG Plan India en 2010, solo el 12% de los 355 millones mujeres que menstrúan de la India utilizan compresas higiénicas. El uso es aún más bajo, en torno al 5%, en las mujeres de zonas rurales, las cuales utilizan hojas de árbol, aserrín, papel de periódico, cenizas e incluso arena, lo que lleva a un aumento de infecciones del tracto urinario, complicaciones relacionadas con el embarazo, infecciones congénitas y cáncer cervical. Durante la menstruación, tradicionalmente las mujeres tienen prohibido entrar en la cocina y los templos, y la menstruación también es parte de la razón por la que el 23% de las niñas de la India abandona la escuela al llegar a la adolescencia. Los tabúes relativos a la menstruación son tan fuertes que las mujeres casi no hablan al respecto entre ellas, y mucho menos con los hombres. Una encuesta de 2012 realizada por el Consejo Colaborativo de Suministro de Agua y Saneamiento reveló que el 90% de las niñas indias llegan sin preparación a sus primeras menstruaciones, ni siquiera sin que sus propias madres les hayan informado al respecto.
Apenas el 12% de todas las mujeres que menstrúan de la India usan compresas sanitarias, una estadística que es el resultado de factores sociales y económicos muy arraigados. Los tabúes de la menstruación impactan no solo en la salud de las mujeres, sino también en sus oportunidades de educación y empleo.
Este es el ambiente cultural en el que, un día, Muruganantham desempaquetó por curiosidad una compresa higiénica para ver de qué estaba hecha. Se encontró con una almohadilla absorbente envuelta en una tela, así que decidió tratar de hacer una por sus propios medios con materiales de las fábricas textiles locales: algodón y la tela no tejida que se usa para endurecer los cuellos de camisa y puños. Se la dio a Shanti para que la probara, pero a ella no le gustó y volvió a usar sus harapos.
Sin dejarse intimidar, Muruganantham continuó experimentando con algodón de Mumbai o incluso de Suiza, en búsqueda de los materiales adecuados y la elaboración correcta. Sin embargo, la prueba de los productos, que solo podía llevarse a cabo un par de días al mes, era lenta y frustrante. Reclutó a sus hermanas para el proyecto, pero, tal vez debido al estigma social, a la retroalimentación que ellas le daban le faltaba detalles y tenía un valor limitado.
Como uno de sus conocidos tenía una hija que estaba estudiando medicina, se le ocurrió pedirle a los estudiantes de medicina que participaran en su proyecto. Pero incluso estos futuros médicos eran reacios a discutir asuntos menstruales con un extraño. Intentó utilizar un cuestionario escrito para que pudieran proporcionar información sin la incomodidad de la interacción cara a cara, pero pronto descubrió que aunque las mujeres simpatizaban con su causa y sus esfuerzos, muchas de ellas se sentían incómodas con el tema y unas pocas mujeres llenaban el cuestionario para todas las demás, lo que hacía que los datos fueran inservibles.
A esa altura, Muruganantham tomó una decisión trascendental: probaría las compresas sanitarias él mismo. Tomó el interior de una vieja pelota de fútbol, lo empapó con sangre de animales y lo usó durante todo el día para ver el grado de eficacia con que sus almohadillas absorbían la sangre. A pesar de que desarrolló un nuevo respeto por la incomodidad que las mujeres soportaban cada mes, esta nueva etapa de su experimento molestó tanto a su esposa que ella el pidió el divorcio y huyó a casa de sus padres, convencida de que la investigación de su marido era solo un pretexto para estar cerca de las estudiantes de medicina.
Un día, Muruganantham vio un perro callejero que sacaba una compresa sanitaria usada del tarro de basura de la comunidad. En eso se dio cuenta de que podría recoger las toallas usadas y realizar sus propios análisis en lugar de depender de cuestionarios potencialmente falsificados. Volvió a la escuela de medicina y le dio a los estudiantes un tarro en el cual podían guardar las compresas femeninas. Las estudiantes estuvieron de acuerdo gracias al anonimato del proceso. Sin embargo, Muruganantham aplicó en secreto un código de colores para poder clasificar los datos por participante sin que ellas lo supieran. Aun así, el procedimiento no era fácil. Recogía las toallas y las tendía en una mesa para que se secasen durante la noche, lo que permitía que el olor se disipase. Por la mañana, las examinaba y comparaba sus productos con los de fabricación comercial.
Por desgracia, la madre de Muruganantham encontró los objetos de su investigación extendidos sobre la mesa. A pesar de que ella lo había apoyado cuando su esposa lo había dejado, esta vez también ella se mudó, convencida de que su hijo se había vuelto loco. Otros aldeanos creyeron que había sido poseído por un espíritu maligno. Los ancianos del pueblo le dieron a elegir: o lo atarían al árbol sagrado del pueblo durante una semana para que pudiera absorber su energía negativa, o, de lo contrario, sería expulsado. Muruganantham decidió mudarse y encontró alojamiento con otras cinco personas en una habitación pequeña. En ese momento, ya llevaba casi dos años y medio de trabajo en su proyecto de la compresa sanitaria. Tendrían que pasar otros cuatro años y medio antes de que finalmente tuviera éxito.
Muruganantham tuvo que desarrollar no solamente un producto eficaz, sino también el proceso que hiciera posible su producción, y el modelo de negocio que lo haría más accesible. Todo esto se llevó a cabo en el contexto de una cultura que suprime la mera mención del problema que el producto fue diseñado para resolver, y en un mercado controlado por las corporaciones multinacionales.
El problema, como él se había dado cuenta, era que sus compresas contenían algodón, mientras que las de marca utilizaban la celulosa de pino, un material mucho más absorbente, pero también mucho más caro de fabricar. Las corporaciones internacionales como Procter & Gamble o Johnson & Johnson podían permitirse plantas multimillonarias para la fabricación y relleno de celulosa, pero Muruganantham necesitaba ser capaz de producir una que absorbiera con eficacia y se pudiera vender a precios asequibles. Años de experimentación finalmente produjeron un producto de alta calidad, pero eso fue solo la primera parte de su proyecto.
La idea original, después de todo, era no solo desarrollar una toalla sanitaria efectiva, sino que estuviera al alcance de mujeres como Shanti, que vivían en las zonas rurales, donde prevalecían los bajos ingresos e imperaban fuertes tabúes. Recordaba a su madre, una campesina y madre soltera que había criado por su cuenta a sus hermanas y a él. Se dio cuenta de que su invento podría hacer posible que las mujeres fabricaran y distribuyeran sus propias compresas sanitarias, un modelo de negocio con un enorme potencial, ya que las mujeres se sentirían mucho más cómodas al conversar con otras mujeres sobre higiene íntima y comprándoselas entre ellas.
Muruganantham se deleita en el hecho que empresas como Procter & Gamble no pueden intercambiar sus compreas higiénicas por patatas.
Sumathi, una residente de Namakkal, estaba trabajando en una biblioteca cuando vio un anuncio sobre la máquina del Muruganantham. Ella obtuvo un préstamo bancario por 400.000 ₹ (rupias), el equivalente a alrededor de 4.800 € o 6.500 US$, para iniciar su negocio en una casa abandonada. Ahora, dos años más tarde, ella y su personal a tiempo completo de siete mujeres puede producir alrededor de 500 de sus compresas Breeze (brisa) en un día normal (cuando la electricidad funciona durante cerca de cinco horas), casi el doble de esa cantidad si la electricidad funciona todo el día. Incluidos los gastos generales, los costos de fabricación de cada toalla femenina son de 1,0–1,5 ₹ (alrededor de un céntimo de euro) y puede ser vendida por 1,5–2,0 ₹ (alrededor de dos céntimos de euro), un beneficio o ganancia considerable, incluso a precios notablemente más bajos que los de la competencia de marca. Sumathi dice que la administración de su propio negocio le ha proporcionado una mayor confianza en sí mismo y que le da gran satisfacción poder ofrecer un trabajo estable a sus empleados y un producto útil y de alta calidad a otras mujeres.
La estrategia de precios y el modelo de producción y distribución están adaptados magníficamente a las condiciones locales. A diferencia de las compresas sanitarias de marca, que por lo general se venden en paquetes de al menos ocho unidades, las compresas Breeze se pueden comprar por separado. También se pueden pagar en cuotas o por medio de trueque por verduras, lo que da a empresarias como Sumathi una tremenda ventaja sobre las empresas multinacionales en los mercados rurales.
Sumathi informa que muchas mujeres están fabricando compresas en todos los distritos de Tamil Nadu, y el propio Muruganantham afirma que ha proporcionado más de 700 máquinas a mujeres en más de 23 aldeas. Su visión se ha ampliado para incluir la creación de un millón de puestos de trabajo para las mujeres rurales de la India, así como para irrumpir en mercados similares en Bangladesh, Nepal y África.
Una forma de resumir todo este proyecto podría ser la de citar el Premio del Presidente 2009 que Muruganantham recibió a la Mejor innovación de productos para una causa social. Él mismo resume su experiencia con las siguientes palabras: «Yo veo un problema en la sociedad, lo abordo con mi conocimiento, genero una solución y me convierto en un modelo de la pequeña empresa: de esa forma, mi vida se convierte en un propósito, y eso me hace feliz».